jueves, 4 de mayo de 2017

Cuento inacabado de Miguel de Unamuno

El primero y el último

Actividad: Lee el siguiente cuento inacabado de Miguel de Unamuno (uno de los máximos exponentes de la literatura española). Escribe a MANO tu propio final de la historia, cuidando ortografía y redacción. Si el desenlace es bueno, tendrás 1 punto extra.

En el fin de los tiempos cuando el mundo está a punto de ser destruido y la vida ha concluido sobre la tierra. En la inmensa soledad hay dos seres vivientes ¿sobrevivientes o resucitados?, se encuentran y se reconocen: el primer hombre o sea Adán, y el último hombre, que ni siquiera tiene un nombre al estilo antiguo, sino que es una especie de autómata viviente, identificado por una sigla grabada en una medalla que le cuelga sobre el pecho: S.E. 347926.
        Ambas criaturas, tan contrastantes entre sí, se miran en silencio: el hombre perfecto, salido de la mano de Dios; el hombre mecánico, convertido en número y átomo por voluntad de la ciencia y de la masa. El ser casi ángel; el ser casi máquina. Al comienzo no saben qué decirse, pero se miran sospechosos y rencorosos. Uno frente a otro representan el principio y el fin de la historia humana, y a pesar de ello se sienten seres mutuamente extraños, lejanísimos, tan diversos y adversos que no saben cómo entablar diálogo.
        En el pensamiento de Miguel de Unamuno aquí está la tragedia, la pavorosa tragedia: el primer padre no sabe qué decir al último hijo.
        Entre ambos taciturnos seres aparece improvisamente un gigantesco ser velludo: Hanuman, el dios de los monos, amigo de los hombres. Reprocha a ambos su extraño silencio. Los dos deberán debatir su causa ante él, quien a su vez contará con la asistencia del ángel Uriel y del demonio Belfegor. Adán es obligado a hablar. El anciano primer hombre, casi desnudo, con una piel de león en la cintura, manifiesta que hubiera querido reprochar y acusar a su lejanísimo y degenerado descendiente, pero el remordimiento de la propia culpa le había impedido hacerlo:
“Cuando fui vencido por el ansia de saber, de conocer, de hacerme semejante a Dios, en aquella mi voluntad ya se hallaba en germen todo lo que éstos llamaros ciencia, y más que nada su loca intención de ponerse a sí mismos en lugar de Dios. La intentada deificación del hombre condujo a mis insensatos descendientes a renegar de lo humano, a la verdadera y definitiva caída del hombre. Por lo tanto no tengo derecho a lanzar reprimendas y reproches contra este aborto degradado y deshumanizado”.
        Pero entonces habló el ángel Uriel diciendo: -olvidas, Adán, que tu prole fue rescatada, que el sacrificio de Dios le restituyó gran parte de lo que había perdido a causa de tu error. Así pues, tienes derecho a acusar y condenar-.
        -No- repicó el demonio Belfegor, Dios no llegó a restaurar la dignidad y perfección anteriores del hombre. Los descendientes de Adán, incluso después que el Hijo descendió a la tierra, continuaron siendo débiles y frágiles, continuaron bajo el dominio de la sangre y del orgullo y debieron dedicarse a reconquistar con sus pobres fuerzas la sabiduría y el poder. Dios los había maldecido y castigado, los había entregado a Satanás y entonces se dirigieron a nosotros pidiendo auxilio. Lo demás está escrito en la historia de los últimos milenios. Nosotros, los demonios, nos hemos vengado, y estoy dispuesto a defender al último hombre, que es hijo de nuestras obras.
Entonces el ciborg S.E. 347926. Pidió hablar:

“Todo lo que estás profiriendo es una sarta de ideas sin sentido, expresadas en una jerga salvaje, desusada, incomprensible y hueca. Para nosotros, las palabras de Dios: culpa, redención, pecado, bien y mal, desde hace ya siglos y siglos no tienen ningún significado. El hombre había llegado a ser el único y verdadero señor y dueño del mundo y se ocupaba solamente en aprovechar los recursos del planeta para la propia conservación. Todas las viejas fantasías, todas las mitologías y disfraces de la edad primitiva habían sido ya olvidadas y abolidas. La libertad de la voluntad era una ilusión, el amor un ridículo perder el tiempo, la virtud un sueño fastidioso, el individuo no era más que un átomo y un número, Dios un concepto inútil y absurdo. La vida automática y colectiva había destruido todos los sentimientos  idiotas, las emociones torturantes, los pensamientos vanos, los tormentos imbéciles, los afectos superfluos. Esas fruslerías supersticiosas tuvieron algún crédito únicamente en la bárbara edad de la cultura, en los tiempos transcurridos desde Platón a Dante y desde Milton a Kant”.

“Si hay alguno que podría juzgarme, ése sería Hanuman, pues es a él, y no a vuestro Adán, al que reconozco como mi progenitor”.

Lamentablemente, lo legible del manuscrito de Miguel de Unamuno concluye en este punto. En otras páginas se leen palabras dispersas, abreviaciones, nombres de otros personajes, comienzos de períodos, etc., pero es imposible reconstruir la continuación de la tragedia.

/*Por favor termine el cuento*/

Mientras todos se ven, con miradas retadoras, con cejas bien definidas, en un lugar oscuro y con puntos brillantes intangibles, donde todos eran, intangibles de físico, pero con el poder de pelear.
Una guerra estalló en la mente de todos, unos con otros, pero unos con unos.

¡Todos quedaron estáticos y mirando cómo morían, en manos del otro!

     La pelea resultó ser una guerra enorme y de gran tamaño, semejante a una ballena, pero poderosa, que respiraba sangre, que vivía fuera de las aguas como un pájaro, como el viento se sentía, pero como el viento no se ve, con un gran cuerno, delante de ella que mataba a sus crías para vivir.

     Al final de la guerra, Adán despierta frente al Ciborg, junto al infinito en medio de la nada y en medio de todo, dando fin al final con el ciborg, para terminar con el sueño, dando una lucha por vivir, Adán termina dando todo para terminar muriendo. Mientras el ciborg, al no tener más propósito y sin poder repararse a sí mismo, termina desfalleciendo, poco a poco, unos días, para morir, sufriendo por la batalla antes de morir.

Final realizado por Bryan Esau Hernández, 
alumno del CETIS, Grupo 2° I Turno vespertino, 
clase de Lectura, Expresión Oral y Escrita II.

Final realizado por Jaime Pacheco, 
alumno del CETIS, Grupo 2° I Turno vespertino, 
clase de Lectura, Expresión Oral y Escrita II.